lunes, 25 de julio de 2011

Nueve

Disfrazada, como cualquier otro fruto del devenir, la madurez llega en un momento impreciso en la vida de cada uno.
La de Edna Lomax llegó disimulada en la indiferencia con que el tiempo iba alcanzando fechas sucesivas en el calendario para luego dejarlas atrás y pronto se fue vistiendo, como toda madurez inteligible, de una tibia resignación menos amable en el fondo de lo que translucía un equilibrio formal edificado minuciosamente por ella misma con la única misión de mantenerla dentro de los límites de la razón y a salvo del desconsuelo con que la miseria le venía obsequiando hacía ya demasiados años; y aunque en toda madurez suele haber algo de aburrimiento, claudicación y melancolía, la suya se había hecho a base de severas privaciones, soledad y desengaños y cuando hablaba de su vida era como si sobre su cielo hubiera brillado siempre un “no” enorme y turbador como una luna llena de verano que hubiera pulverizado sus anhelos al mismo ritmo al que un marido algo egoísta y apocado la había ido dejando sola, mientras que con el paso de los años anodinos y escarmentados, los recelos iban imponiéndose sutilmente a cualquier tipo de planteamiento similar a una esperanza.

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2 comentarios:

  1. Me encanta, pero creo hacen falta algunas comas,,,,,,, Me agrada que hayas colgado en mi muro tu blog. Abrazos. Es una humilde opinión, algunas frases son excesivamente largas, pero me gusta un montón.

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  2. ¿Es tuyo el cuadro de técnica mixta? Muy sugerente.

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