sábado, 1 de enero de 2011

Tres

A veces el marino se retuerce sobre la hamaca como si tuviera un cartucho de dinamita en el culo. A veces tiembla y se estremece. A veces suda frío. Jura en voz baja a la sombra del maldito sicomoro pero ya hace tiempo que no se hace cruces por nada. Se diría que ni siquiera languidece aplastado sobre su mecedora.
Aprendió de la mar a no tener certeza alguna y a no dar amor ni hacienda alguna por segura, tampoco le preocupa demasiado, todavía una vela en el horizonte le hace soñar lo justo el tiempo necesario. Ha aprendido de la mar a no tener prisa, pero no ha aprendido todavía la constancia de la ola, aunque prefiere la madrépora al bosque y las perlas a los guisantes, y eso casi le consuela vagamente, de momento.
Lo vive todo muy sin querer.
Igual que calienta el sol sin llama de cada invierno, o duerme la semilla del cáncer en el corazón de un ángel de siete años y no sabe si llorar o reir pensando que en esta acumulación de génesis inciertas reside él mismo, el mundo, las estrellas.

Copyright J.M.Bielsa-Gibaja. Todos los derechos reservados.

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