viernes, 24 de febrero de 2012

Soñaremos con California diciéndote adiós sobre las olas (Fragmento 2)

Quítame la bota del cuello Helena querida, que así no puedo amarte.
Aflójame la soga alrededor de la garganta para que pueda seguir cantándote por los ruedos de España, ese país insoportable siempre hacia el ocaso, con el aire beatífico y desgraciado del ruiseñor aquel de las cumbres, de niño prodigio en los años del hambre, fascinado por el brillo de tus ojos como cuchillas de afeitar, por tus dientes como balas de plata que llevaran mi nombre escrito.
Aleccióname convenientemente mientras te contemplo hacer lo que te viene en gana. Como aquel dictador bajito que hubo una vez.
Sermonéame de nuevo acerca del bien y el mal y después vuelve a engañarme otra vez, como hace el presidente; que yo he aprendido a extirparme lo que haga falta para poder creerte un día más. Porque temo más al vacío que a tus mentiras y mi vida carecerá de sentido, se apagará poco a poco cuando no pueda escupirte o besarte sin poder evitarlo, muy en secreto, de memoria.
No aprietes tanto el cañón de tu pistola contra mi sien Helena querida. Permíteme mirarte cara a cara. Ayúdame a alcanzar el secreto de esta maldición que a ti me une de este modo inevitable. Recuérdame tal como fui y cuéntamelo. Explícame si siempre latió en mi pulso este hombre mediocre que me habita o es, por el contrario, obra tuya esta excrecencia sobre la que me repliego y languidezco mientras espero en vano un gesto tuyo al otro lado.
Ponte la mano en el lugar del corazón Helena querida y júrame que merezco este castigo o confiésame al oído (no se lo diré a nadie, lo prometo) que sólo me apaleas para poder darte la importancia que el mundo te ha negado.
Espera. No dispares aún.
Déjame brillar en mi papel en plan estrella y seguir haciendo como que te creo un minuto más. No sea, amor, que te molestes al sentirte descubierta.

Copyright J.M.Bielsa-Gibaja- Todos los derechos reservados.

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